Gustav Klimt fue el más famoso de los artistas austriacos de su tiempo. Pero pese a eso, los aspectos personales de su biografía son todavía hoy un misterio apenas desvelado. Sólo es posible revisar los hechos de su trayectoria pública; algo a toda luces insuficiente para esclarecer las complejidades de una obra refinada y hermética, cuyo elaborado simbolismo se atiene a menudo a claves íntimas.
Nació en Baumgarten, cerca de Viena, en el seno de una familia de tradición artesana que, en parte, reflejaba la pluralidad nacional del Imperio austrohúngaro. Su madre era vienesa, y su padre, Ernst Klimt, orfebre de origen bohemio que orientó a sus tres hijos varones –del matrimonio nacieron también cuatro hijas- hacia su mismo camino profesional.
De esta forma, Gustav Klimt, el mayor de los varones, ingresa en 1876 en la Escuela de Artes Aplicadas del Museo Imperial de arte e Industria de Viena, institución fundada pocos años antes con el fin de mejorar la situación de las artes industriales en el Imperio. Allí se hará con una sólida formación técnica y teórica y, al terminar sus estudios en 1883, constituye con su hermano Ernst y su compañero Franz Matsch la “Compañía de artistas”.
La Administración imperial estaba empeñada en la promoción de las artes decorativas, y el proyecto monumental de la Ringstarre –una avenida circular en torno al casco histórico de Viena donde se localizarían los principales edificios institucionales y culturales del Imperio-, entonces en plena realización, proporcionaba una inmejorable oportunidad a artistas, arquitectos y artesanos. Después de foguearse en algunos encargos lejos de la capital –como la decoración del Teatro Municipal del Fiume, en Croacia, entre 1883 y 1885-, los tres socios decoran la escalinata del Burgtheater entre 1886 y 1888 y, tres años después, su éxito les vale el encargo de las pinturas decorativas para las enjutas e intercolumnios de la escalera del Museo de Historia del arte , otro de los grandes edificios de la Ringstrasse.
En 1888, por otra parte, Klimt había pintado para el concejo vienés una vista interior del viejo Burgtheater que le valió en 1890 el Premio del Emperador. Con menos de treinta años, Klimt era ya uno de los artistas más prestigiosos de Viena.
La muerte de Ernst en 1892 pone fin a la “Compañía de artistas”, pero la reputación de Klimt alcanza su cima apenas dos años después, con el encargo de tres paneles sobre la Filosofía, la Medicina y la Jurisprudencia para el techo del Aula Magna de la Universidad, también en el Ringstrasse vienesa. A partir de entonces, el idilio de Klimt con la Aministración imperial empieza a enturbiarse. Así, en 1897, el pintor encabeza la fundación de la Secesión, un grupo de artistas y arquitectos vieneses que se separa de la Asociación de Artistas con la declarada voluntad de afirmar la modernidad artística y poner la escena vienesa en contacto con las nuevas tendencias europeas.
En 1905, Klimt y otros artistas próximos a él abandonan la Secesión, aunque mantienen los mismos ideales, expresados en la gran exposición de la Kunstschau de 1908.
Klimt no se casó, aunque tuvo varios hijos naturales, de los que reconoció al menos tres.
La obra de Gustav Klimt reúne: la singularidad, la impresión de que en ella se encierran claves íntimas; pero, al mismo tiempo, es una síntesis casi exhaustiva de las inquietudes, tendencias y lenguajes de la convulsa escena artística moderna europea de los años del cambio de siglo. Klimt alentó la modernización y la apertura del arte austriaco a las tendencias europeas; en él confluyen la influencia del Jugendstil alemán de Munich, el Modern Style escocés de Mackintosh y la lección de impresionistas y posimpresionistas franceses con la herencia simbolista del romanticismo alemán y nórdico.
El objetivo de Klimt era un arte idealista y autorreferencial, liberado de hipotecas y compromisos más allá de sus exigencias intrínsecas.
Salvo contadas excepciones, consagró sólo a mujeres su celebrada faceta de retratista y sus personajes alegóricos encuentran una traducción femenina. El significado de lo femenino en Klimt siempre ha sido un asunto controvertido para la crítica. La mujer es el catalizador mítico del simbolismo de Klimt, imagen de la vida y de la muerte; amenaza y promesa a un tiempo.
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